Superar el sentimiento de culpa para recuperarse de una adicción

Hay tantos desastres asociados al consumo de drogas como personas adictas.

Pero si algo se repite en la crónica negra de cualquier adicto son la vergüenza y el sentimiento de culpa.

Lo normal es que el arrepentimiento sirva de escarmiento. Sin embargo, la culpa en las personas adictas opera como un detonante de consumo.

La adicción es una enfermedad de salud mental caracterizada por la pérdida de control sobre la sustancia o  comportamiento.

Esa pérdida de control implica siempre problemas: la persona adicta bebe porque lo necesita; el alcohol es una sustancia psicoactiva; y la persona bebida termina haciendo cosas de las que luego se arrepiente.

La adicción siempre conduce a la persona adicta a situaciones complicadas y comprometidas. Más cuanto más avanzada esté la enfermedad.

Cuando la persona con adicciones toca fondo, es frecuente que acumule problemas de todo tipo: económicos, laborales, sentimentales, familiares, afectivos y judiciales, entre otros.

No en vano, se sabe con seguridad que una persona tiene adicción cuando no es capaz de parar el consumo a pesar de los problemas que le ocasiona.

El hecho es que la bebida hace que la persona adicta haga cosas de las que luego se arrepiente.

La pescadilla que se muerde la cola

Ese arrepentimiento provoca vergüenza y esa vergüenza genera culpa y la culpa produce dolor y el dolor, sufrimiento.

¿Y cómo mal arregla una persona adicta en en etapa activa el malestar? Pues de la única manera que sabe: consumiendo.

En el lenguaje coloquial se usa la expresión ‘ahogar las penas en alcohol’. Lo que es una metáfora inofensiva para la mayoría, para el adicto es una realidad trágica.

El ciclo adictivo es una pescadilla que se muerde la cola: la persona adicta siente la necesidad de beber; cuando empieza, no sabe terminar porque pierde el control sobre la sustancia; cuando ha bebido, sus facultades mentales se ven alteradas; en ese estado dice y hace cosas de las que luego se arrepiente; al día siguiente, siente vergüenza y arrepentimiento por lo hecho o por no recordar nada; ese sentimiento genera culpa y esa sensación le lleva a tapar el malestar con más bebida.

Y la rueda vuelve al punto de inicio y comienza a girar de nuevo en la misma y equivocada dirección, generando cada vez más problemas, más deterioro y más desesperación.

La buena noticia es que el giro de esa rueda adictiva puede detenerse y es posible darle la vuelta a la situación, por muy grave que sea.

La adicción es la única enfermedad en la que el paciente tiene en su mano recuperarse.

Para que eso ocurra, para rehabilitarse de una adicción al alcohol o a otras sustancias o a una conducta como el juego es imprescindible pedir ayuda y ponerse en tratamiento.

Efecto terapéutico de los grupos de ayuda mutua

El efecto terapéutico de los grupos de ayuda mutua como los que celebra la Cruz de Oro Bilbao es inmediato. La persona con problemas de adicción puede por primera vez expresarse ante personas que han pasado por lo mismo y le entienden a la perfección.

Las terapias son el lugar donde el adicto puede expresarse con total libertad y sentirse realmente escuchado y comprendido. Hablar de todos los problemas ocasionados por el consumo y contar las cosas que más dolor y vergüenza han causado es la forma de superar el sentimiento de culpa.

Y hacer las paces con uno mismo es la única forma que tiene un adicto de avanzar en su recuperación.

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