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Alcoholismo y terapia de grupo

La terapia es el sitio donde la persona alcohólica puede comprender su enfermedad y ser comprendido.

Durante el consumo, lo habitual por parte de quien ha perdido el control sobre la bebida es la ocultación y la mentira.

La persona alcohólica miente a sus familiares para seguir consumiendo y se miente a sí misma para no ver la dimensión real del problema.

La adicción es llamada, de hecho, la enfermedad del autoengaño. Y la negación, la minimización y la justificación son tres de sus síntomas destacados.

A pesar de las evidencias, es frecuente que la persona con alcoholismo rechace con rotundidad que tenga un problema; le reste gravedad o busque un sinfín de excusas y pretextos para justificarse.

El alcohol, como el resto de las drogas, es una sustancia psicoactiva cuyo consumo implica un grave riesgo para la salud.

Hay zonas del cerebro, relacionadas con la toma de decisiones, el autocontrol, la voluntad o el placer, que se ven dañadas por el consumo de alcohol y otras drogas.

Voluntad anulada

La voluntad queda anulada cuando la adicción se dispara. La persona ya no bebe porque quiere sino porque lo necesita.

El cerebro queda dañado y la persona alcohólica distorsiona la realidad hasta el punto de negar lo evidente.

Por eso es tan importante que su círculo íntimo, pareja, familiares y amigos, intercedan. Porque la persona con la enfermedad se niega a hacer tratamiento, al menos en primera instancia.

Sin embargo, cuando la persona adicta toca fondo y comienza el tratamiento, aunque sea forzado por las circunstancias, todo cambia.

Después de un tiempo prolongado de abstinencia y de que el cerebro, por tanto, se haya desintoxicado, la persona alcohólica vence el autoengaño y es capaz de ver la realidad sin distorsiones.

El cerebro es de los pocos órganos que se recupera bien de los daños ocasionados por el consumo. Esta es la gran ventaja de permanecer sobrio y adquirir, gracias al tratamiento, hábitos saludables.

La terapia es el lugar donde, por fin, la persona adicta puede hablar sin tapujos de su situación porque está rodeado de personas iguales.

Nadie es juzgado en un espacio donde todos comparten la misma enfermedad y experiencias similares. Para la persona alcohólica, es una liberación encontrar el sitio donde contar lo que nunca ha contado a nadie. Por vergüenza. Por miedo.

Terapias espejo

Los grupos de ayuda mutua funcionan como un espejo donde verse reflejado y ver en los demás lo que uno no es capaz de ver en sí mismo. Son el sitio ideal para que la persona que empieza el tratamiento tenga una guía y una referencia de conducta de quienes llevan más tiempo, han recorrido más trecho y saben qué hacer para rehabilitarse.

Sin duda, la terapia es la mejor medicina para la persona adicta. Funciona como prevención de recaída y es un estímulo positivo muy potente para seguir en tratamiento.

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